Carta a mi hijo que quiere ser profesor

Querido hijo:

Ahora que has decidido ser profesor, como tu papá, quiero darte unos pocos consejos con base en lo que yo mismo he ido aprendiendo a lo largo de estos años. No tienes que tomarlos al pie de la letra; examínalos cada cierto tiempo, asúmelos, refórmalos o elimínalos según lo que tu propia reflexión te indique.

Lo primero, y creo que lo más importante, es que no es lo mismo enseñar a tus estudiantes que lograr que aprendan. No te confundas en eso y serás un gran profesor. Operativamente hablando, estudia sobre la forma como tus estudiantes aprenden cada tipo de objeto de aprendizaje, esto es lo que se llama una secuencia didáctica. Y, después, planea cómo harás para que tus estudiantes sigan esta secuencia de la mejor manera, esto es lo que se llama una metodología didáctica.

Aunque uno pueda pensar que tiene mucho tiempo para enseñar a sus estudiantes, realmente no es así, por eso dedica el tiempo que puedas a enseñar a tus estudiantes a hacer cosas que vayan a serles útiles en su vida y no simplemente a aprender cosas insulsas. No diseñes tus enseñanzas desde los contenidos, sino desde las habilidades, y piensa siempre si estas habilidades harán mejores personas a tus estudiantes. Si bien los contenidos son importantes, son solo pretextos para formar a tus estudiantes. Ten presente que enseñar no es educar, pero educar implica enseñar bien.

¡Habla y escribe bien! Solo si muestras cómo funciona tu pensamiento hablando y escribiendo correctamente, lograrás generar patrones correctos de pensamiento en tus estudiantes. También, exige que tus estudiantes se comuniquen correctamente; este será uno de los mayores favores que les puedas hacer.

Para enseñar bien hay que aprender todos los días. Por eso, crea conscientemente un programa de autoformación docente y, con base en este, vuélvete luz para tu comunidad educativa. Pocas satisfacciones laborales son mayores que trabajar con personas que, al igual que tú, quieren hacer bien las cosas.

Sistematiza y documenta tus prácticas educativas y también tus ideas pedagógicas, por locas que sean; no hay que inventarse todo desde cero cada vez, pero tampoco hay que tener asumido que ya se conoce el modo perfecto para hacer las cosas. También es útil recopilar tus historias de enseñanza, junto con los nombres y características de tus estudiantes. Recuerda que muchos de ellos van influir en la sociedad.

Estos no son todos los consejos que tengo para darte, pero por algo hay que empezar. Ahora somos compañeros. Bienvenido colega a esta bella, importante y noble profesión.

 

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